Después de los 50, el cuerpo necesita movimientos más delicados, especialmente por la mañana. Un aumento brusco, las prisas o ignorar las necesidades del cuerpo pueden hacer que el día sea más difícil de lo que podría ser. Pero si te concedes al menos 5 minutos de un despertar tranquilo, todo cambia. Tómate tu tiempo para levantarte. Estírate tumbado, flexiona las rodillas, llévalas con cuidado hacia el pecho y luego sepáralas. Un ligero giro del torso de un lado a otro y los movimientos de hombros sobre el colchón ya no son solo una preparación para el movimiento, sino una transición suave del sueño a la actividad. Estos micromovimientos activan el ritmo interno y reducen la sensación de rigidez matutina. Después de unas semanas, este hábito da un resultado muy tangible: el cuerpo percibe mejor la carga durante el día, disminuye la necesidad de calentar antes de las actividades habituales y surge el deseo de moverse más, no por obligación, sino por ligereza interior.
